Nuestro insaciable apetito de contenidos gratis en internet empobrece la creatividad, tesis del libro #Gorrones

El ensayo de Chris Ruen analiza la piratería de música en internet

Nuestro insaciable apetito de contenidos gratis en internet empobrece la creatividad, tesis del libro #Gorrones

Luis Cobos, presidente de AIE, inaugura el acto de presentación del libro #Gorrones, un ensayo que disecciona las causas y consecuencias de la piratería de música en internet. Su autor es un joven de Brooklyn llamado Chris Ruen, editor de la revista Cool’Eh y colaborador de Tiny Mix Tapes, Slate y The New York Times. “#Gorrones es un libro maravilloso que captura un esperanzador cambio en el espíritu de nuestro tiempo”, ha escrito David Byrne.

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Chris Ruen, invitado por la Coalición de creadores e industrias de contenidos, presentó el pasado 10 de marzo en Madrid #Gorrones, la edición en español de su libro Freeloading, que ha sido publicado para España y Latinoamérica por Ediciones Quinto 20 con la colaboración de AIE y AGEDI y está a la venta en la tienda online de la editorial.

Luis Cobos, presidente de AIE, alabó la claridad del autor por enfrentar el problema porque, recordó, “una sociedad que protege más los objetos que las ideas está enferma”. Cobos recordó que solo un 20 % de los músicos pueden vivir de su profesión, porque el 80 % debe compaginarla con otros trabajos, y que los mayores perjudicados por la “cultura de la gratuidad” no son solo los creadores, sino todos los jóvenes, porque si los artistas no tienen libertad ni retribución no pueden desarrollar una carrera profesional, lo que reduce la pluralidad y la creatividad.

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Ruen ha repasado la que llama “década de la disfunción”, entre 2000 y 2010, cuando toda una generación se acostumbró a obtener contenidos gratis y a justificar la infracción de propiedad intelectual: “Defendimos la idea de no comprar, con un montón de excusas: pirateando se hace promoción de los artistas, no es un robo porque no hubiéramos comprado esos contenidos, etc. Quizá no éramos piratas, porque no ganábamos dinero, pero desde luego éramos unos gorrones y contribuimos al desplome de la creatividad que tanto amamos”.

El autor de #Gorrones ha desarrollado un discurso propio, considerando tanto que “los plazos de protección son quizá demasiado extensos en algunos casos concretos y habría que reducirlos” como que, por encima de todo y para poder llegar a definir esa reducción, antes habría que asegurar que “un creador puede realmente ejercer su derecho de distribuir sus obras de la forma que quiera, gratuitamente o no” y que puede “extender los derechos de esas obras a una discográfica, productora, editorial o cualquier otro socio que elija”.

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“Los derechos de propiedad intelectual no son un obstáculo para avanzar en la era de la información, sino justo lo contrario: facilitan una distribución más justa e incentivan la creatividad en internet. Cuando damos a los creadores independencia económica pueden conseguir una mayor independencia creativa. Y eso lo da la propiedad intelectual, no el patrocinio o el mecenazgo”, asegura Ruen.

El autor estadounidense insiste en que “en internet todo el mundo gana dinero, excepto el creador: los ISP y las empresas de internet están ganando miles de millones”, mientras se contabilizan “cientos de millones de visitas a sitios con contenidos no autorizados que también producen millones de beneficios para los piratas”. “Todo esto –añade- es lamentable porque los sitios legítimos como Spotify o similares tienen dificultades para despegar, porque tienen que competir con los piratas”.

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En el debate posterior a la conferencia de Ruen, representantes de la Coalición de creadores, de la que también es miembro AIE, señalaron la necesidad de que se aplique con firmeza la legislación vigente contra la piratería, que ha crecido año tras año causando enormes daños a las empresas y profesionales de este sector estratégico. Según datos de la consultora GfK, esta industria ha sufrido, contemplando el valor de todos los contenidos pirateados, un perjuicio económico de 55.000 millones de euros durante la última legislatura.

Antonio Guisasola, presidente de la Coalición de creadores y de Promusicae, señaló que uno de los mayores problemas sigue siendo el determinismo tecnológico, dar por hecho que si la tecnologia permite hacer algo no hay problema en hacerlo: “Es la respuesta de muchos: los bytes son libres, la información debe fluir…  Pero no se alega eso cuando se afrontan otros delitos también en internet, frente a los que la respuesta es clara y contundente”.

“Ya no se habla tanto –añadió Guisasola- de la piratería de música, pero el problema no ha desaparecido. Antes se decía que faltaba oferta legal en internet o que los contenidos eran caros, pero ahora que disponemos de una oferta amplísima, con un gran número de servicios legítimos, se dice que ese problema con las series y el cine. Pero el acceso ilegal a música sigue ahí. Y la respuesta a por qué se piratea es la de siempre: porque se puede, porque todo ese material gratis y a un clic sigue estando ahí. ¿Ha bajado la piratería con la llegada de Spotify, Deezer y otros servicios similares? Pues sí, pero como veremos dentro de unos días cuando presentemos el Observatorio de este año, ha bajado muy poco”.

“Por eso –concluyó el presidente de la Coalición- lo lógico sería seguir el ejemplo de otros países, que simplemente bloquean el acceso: no persiguen a los usuarios, no ponen multas, simplemente sacan de la red el contenido pirateado. Solo hay que eliminar la opción de encontrarlo tan fácilmente”.

“El Gobierno no ha sabido impulsar la vía administrativa para reducir la piratería y que pueda desarrollarse la oferta legal. El sector no se explica por qué no se aplica la normativa vigente pese a que las garantías son máximas, con una actuación administrativa sometida al control judicial previo que impide tomar medida alguna sin autorización del juez”, señala Carlota Navarrete, directora de la Coalición. “Un escenario sin piratería permitiría crear 29.360 nuevos puestos de trabajo directos y unos ciento cincuenta mil empleos indirectos”, sin olvidar que entre 2012 y 2014 “la piratería ha impedido que el Estado ingrese 1.648 millones de euros en impuestos”, añadió Navarrete.

«Una voz poderosa contra el determinismo tecnológico»
“Una voz poderosa contra el tipo de determinismo tecnológico amoral que proporciona cobertura moral a quienes facilitan o participan del robo online”. Así describió The New York Times a Chris Ruen en una reseña del libro. “Con la mirada de un crítico y la pasión de un fan de la música, Ruen muestra cómo la piratería afecta a los artistas y pone al descubierto las agendas empresariales a ambos lados del debate. Una lectura esencial para cualquier persona preocupada por cómo los artistas van a sobrevivir en la era de internet”, resume Robert Levine, autor de Parásitos.

Celebradas intervenciones, junto a David Byrne en la Biblioteca Pública de Nueva York o junto a David Lowery en la Canadian Music Week, le han consolidado como una nueva referencia, contundente y rigurosa, entre quienes defienden el respeto a la propiedad intelectual en internet. De hecho, Chris Ruen ofrece en su libro #Gorrones un mayor desarrollo de la idea que ha estado esbozando durante los últimos años en artículos, reportajes y alguna obra corta: que la descarga ilegal de contenidos digitales tiene graves consecuencias no solo para artistas, sellos discográficos e industria circundante, sino también para el futuro de nuestro desarrollo cultural.

Ruen se zambulló en esta compleja batalla en 2009, cuando escribió un artículo para Tiny Mix Tapes titulado “El mito de DIY: Hacia una ética común sobre la piratería”, muy directo desde el principio hasta sus últimas líneas: “Si encuentras significado y belleza en la obra de unos músicos y deseas que continúen creando, estás obligado a apoyarles. Si te gustan las tiendas de discos, las personas a las que dan empleo, los valores y el espíritu que promueven, estás obligado a apoyarlas. Consecuentemente, si estás de acuerdo con lo uno sin hacer lo otro, entonces en algún nivel tú, y no Metallica, eres un impresentable. Por básica educación, (probablemente) no te diré nada de esto a la cara, ni se lo diré a tus amigos, ni al dependiente de tu tienda de discos, ni a tu banda de música preferida. Pero es la verdad”.

El autor estadounidense, en cualquier caso, niega ser un provocador. Su libro, asegura, pretende resituar el debate en su origen, antes de las falacias que a fuerza de ser repetidas muchos creen ciertas. A juicio de Joe Hemmerling, por ejemplo, lo consigue. Así lo resume Hemmerling en Tiny Mix Tapes: “Aunque Ruen ensambla un impresionante arsenal de argumentos que apoyan su discurso, el meollo descansa en una premisa simple: que un artista tiene el derecho exclusivo a “distribuir sus obras en la forma que elija” y está habilitado para “extender este derecho… a cualquier socio comercial legal”. Es una declaración de lo evidente que no debería ser necesario defender. Sin embargo, dado el contexto histórico que rodea el debate sobre la descarga ilegal de contenidos, es fácil ver cómo nosotros, como sociedad, hemos perdido esto de vista”.

Esta obra va de Napster al apagón de internet contra la SOPA, de Adam Smith a Marshall McLuhan, y de los peligros de las redes sociales a la manera en que el patrocinio corporativo de la música indie trajo un récord en el hundimiento de las ventas. “La piratería en internet ha creado aliados improbables. Por un lado, están los creadores de contenidos, incluidos los artistas y titulares de derechos de autor; por otro, legiones de consumidores acostumbrados a la gratuidad que se ven reflejados en la tradición de hackers y miembros de Occupy Wall Street”, señalan en OR Books.

Chris Ruen afirma que él también pirateaba música, pero llegó a entender cómo las descargas ilegales pueden poner en peligro a toda una comunidad artística después de pasar tiempo con bandas de Brooklyn que, a pesar de su éxito, no lograban beneficios de su música. Así, producto de innumerables noches de conversaciones y entrevistas con músicos contemporáneos, #Gorrones no solo disecciona esta permanente batalla, con una lúcida mirada crítica sobre las famosas protestas contra la SOPA y la tramposa retórica que las sustentaba, sino que propone soluciones concretas y prácticas para proporcionar protección a los artistas y a los consumidores.

Las herramientas no tienen derechos
“La tecnología digital es una gran herramienta nueva -señala Ruen-, pero eso no significa que debamos aceptar la explotación de los artistas o la violación de sus derechos en internet. Si somos capaces de utilizar internet para ampliar los beneficios de los derechos de autor, es posible que logremos una época de increíble progreso social. Eso parece un objetivo más que digno. Pero hay gente por ahí que cree que los derechos de autor están obstaculizando el progreso de internet y hay una interesante guerra filosófica de derechos entre “la tecnología” y su percepción de un derecho al progreso frente a los derechos humanos e individuales de los creadores. ¿Qué derecho es más importante? ¿Qué derecho ni siquiera existe? La respuesta es obvia. Las simples herramientas, digitales o de cualquier otra clase, no tienen ni merecen derechos, por lo que hay que examinar cuáles de nuestras propias decisiones, comportamientos y políticas pueden o no estar violando los derechos de los creadores”.

“Los críticos de los derechos de autor tienen parte de razón cuando empezamos a hablar de libros o álbumes que fueron publicados hace sesenta, setenta, ochenta, noventa años y no están en el dominio público, lo cual es un derecho público garantizado por el copyright tradicional. Sin embargo, en cuanto a las obras más recientes, los derechos de autor siguen siendo vitales y esenciales. Es fundamental para mantener una variada e independiente cultura creativa que no sea puramente dependiente del Estado o del patrocinio corporativo o mecenazgo”, explicó Ruen a TNB.

En la biblioteca de Nueva York con David Byrne
Poco después de publicarse el libro, Ruen y el vocalista de Talking Heads y autor del libro How Music Works, David Byrne, protagonizaron una memorable charla en la sede central de la Biblioteca Pública de Nueva York: “Esta noche David Byrne y Chris Ruen explicarán exactamente, en concreto y en definitiva, por qué descargar música ilegalmente te convierte en un gilipollas”, anunciaban los carteles promocionales. Las entradas, que costaban 15 dólares las más baratas y 25 dólares las más caras, se agotaron varios días antes.

El evento no decepcionó, dejando una larga conversación sobre los derechos de autor, la piratería en la era digital, el cambio y progresiva desaparición de los flujos de ingresos de los artistas, pero también sobre cómo se hace hoy en día la música, cómo se distribuye o cuál es su mercado. Chris volvió a insistir en la idea fuerza que empuja a #Gorrones desde la primera página: las descargas ilegales no sólo torpedean la línea de flotación del artista, sino que en última instancia ponen en peligro la creación de toda esa buena música que, para muchos de nosotros, hace que la vida valga la pena. Puedes ver el vídeo de la charla aquí.