Parte I: ¿Cómo avanzar hacia una industria de la música más sostenible?

Parte I: ¿Cómo avanzar hacia una industria de la música más sostenible?

La industria de la música ha cerrado una década de crecimiento que comenzó a nivel global en el año 2015. Así lo ratificó el último informe de Global Music Report 2025 de IFPI, que situó los ingresos mundiales por música grabada en 29.600 millones de…

La industria de la música ha cerrado una década de crecimiento que comenzó a nivel global en el año 2015. Así lo ratificó el último informe de Global Music Report 2025 de IFPI, que situó los ingresos mundiales por música grabada en 29.600 millones de dólares. A pesar de los signos de ralentización tras la explosión de la postpandemia, la industria ya recauda más en términos absolutos que en su mejor época, aunque no ha llegado a las cifras de máximos históricos de finales de los 90 si tenemos en cuenta la inflación.

Pocos analistas podían presagiar en 2010 una historia de crecimiento como ésta, en uno de los peores momentos para la industria debido a la irrupción de los formatos digitales y a la disrupción de los modelos de negocio vigentes, que tuvieron su momento de catarsis en 2012 tras la disolución de EMI, una de las cuatro principales compañías discográficas del mundo. En ese momento, desde múltiples foros, se puso en duda la sostenibilidad tanto de la industria como de su principal activo, las personas creadoras, que empezaban a ver cómo la brecha entre la creación y la captura de valor se hacía cada vez más grande, sin que aparentemente hubiese manera de remediarlo.

Los nuevos modelos de distribución digital y, en especial, el streaming y su rápida adopción por parte de los consumidores, cambiaron completamente las perspectivas de futuro de una industria que veía peligrar su futuro. Sirvan como muestra del impacto del streaming los datos del último informe de IFPI, según los cuales ya representa el 69 % de todos los ingresos de la industria, superando ampliamente el 80 % en varios de los principales mercados.

Derivado del cambio de modelo, tanto las principales compañías discográficas como las plataformas han experimentado un importante incremento de sus ingresos anuales y de su valor de mercado. Gracias al streaming, consumidores de todo el mundo pueden acceder a un catálogo de música mundial de manera ubicua y sencilla. Y, al menos de forma teórica, cualquier artista puede distribuir su contenido con un potencial alcance mundial de una manera casi instantánea.

Sin embargo, lejos de solucionarse, los problemas de sostenibilidad de la industria siguen vigentes y la posición de los artistas y músicos continúa siendo precaria, con una gran dependencia del directo para poder subsistir. Cada vez más creadores musicales de todo el mundo levantan la voz, abogando por una industria más equitativa y justa en el ámbito digital. Es una cuestión especialmente delicada en el caso de los músicos de sesión que, salvo en el caso de España, no reciben ningún tipo de ingreso por la utilización de sus grabaciones en plataformas de streaming, más allá de un pago a tanto alzado por la grabación de la correspondiente sesión.

Llegados a este punto, ¿qué soluciones se pueden aportar desde los poderes públicos?

En AIE apostamos por el derecho de remuneración de gestión colectiva en el ámbito digital como una solución deseable, viable y factible para avanzar en la sostenibilidad de la industria.

Deseable, al ser imprescindible alinear creación y captura de valor en el ámbito digital; viable, tanto desde el punto de vista de los ingresos como desde el punto de vista de los costes y factible, desde el punto de vista técnico, legal y de modelo de negocio, como se ha demostrado en España, donde está vigente desde el año 2006 y en funcionamiento desde el año 2011.

A nivel jurídico, el derecho de remuneración está alineado con modelos plenamente consolidados como los derechos de remuneración por la radiodifusión y la comunicación pública en todo el mundo, la comunicación pública digital en Estados Unidos o el de alquiler en la Unión Europea. Por otro lado, es un derecho independiente y compatible con los acuerdos contractuales que existen entre artistas y compañías discográficas y entre las compañías discográficas y las plataformas de streaming, sin interferir en ningún caso en ellos.